"Las cosas se hacen con el corazón y no se cuentan"

"Las cosas se hacen con el corazón y no se cuentan"

Monumento a Ángel Sanz Briz en Zaragoza

En un país tan dado al olvido como éste no recordamos (como no puede ser de otra manera) la apasionante historia de un zaragozano que se la jugó, y de qué manera, para salvar la vida de 5.200 judíos, cuatro mil más que el famoso Oskar Schindler.


 Fotografía de Ángel Sanz Briz de la época

Ángel Sanz Briz, nacido en Zaragoza el 28 de septiembre de 1910, era un franquista convencido, que reverenciaba al dictador español y que luchó con los rebeldes durante la Guerra Civil. Había terminado sus estudios de Derecho y de la Escuela Diplomática.

Con estos antecedentes (y su más que probada fidelidad al régimen) fue destinado como ayudante del Encargado de Negocios de la Legación española en Budapest en 1942.

Recordemos: estamos en plena Segunda Guerra Mundial. La Alemania Nazi y la Unión Soviética se están zurrando de lo lindo por el Este de Europa y la primera no tardaría en empezar a perder terreno. Tanto que, en 1944, invaden Hungría, único país centroeuropeo que hasta entonces se había mantenido más o menos neutral.

Inmediatamente, el gobierno legítimo es reemplazado por uno pro-nazi, y el grupo fascista local, los "Flechas Rojas" logran una hegemonía no solo política, sino también social y paramilitar, colaborando con las fuerzas de ocupación.

Paralelamente, se inicia el mismo esquema de persecución y exterminio de los judíos que ya ocurría en el resto de la zona ocupada, desde Francia hasta Ucrania, quizá aún con mayor virulencia para recuperar el tiempo perdido.

Estos hechos indignan sobremanera a Sanz Briz y a su jefe, Miguel Ángel de Muguiro, que escribieron reiteradamente a Madrid poniendo en conocimiento los hechos que allí estaban ocurriendo.

Ante el silencio cómplice del gobierno de Franco (que era aliado "de facto" de los alemanes, a pesar de su cacareada neutralidad), decidieron actuar por su cuenta. Eran incapaces de soportar los hechos injustos de los que eran testigos y que incluían (según una nota remitida a España el 25 de junio de 1944:

"Los judíos no podrán salir de sus casas más de 2 horas diarias y solamente por razón de actividades públicas o para realizar compras.
Queda prohibido a los judíos comunicarse por las ventanas.
En los refugios, habrá una sala para los judíos y otra separada para los vecinos, preferentemente en el lugar más seguro.
En los tranvías, los judíos solamente podrán ir en el segundo vagón.
Se prohíbe a los vecinos albergar a los judíos."

Los diplomáticos españoles recuperan un antiguo decreto de Primo de Rivera, de 1924 pero en ningún momento derogado, que concede automáticamente la nacionalidad española a todo judío sefardita (de origen español, descendiente de los expulsados por los Reyes Católicos en el siglo XV). El problema es que sefarditas en Hungría había muy, muy pocos. Menos de doscientos.

Muguiro, no obstante, no se deja vencer por esa contrariedad e interviene personalmente para detener un tren con 500 niños rumbo a Polonia, a los campos de exterminio. Sabiendo que iban a ser asesinados en cuanto llegasen, se la juega para conseguir visados para todos y despacharlos a Tánger, entonces bajo jurisdicción española.

Esa acción enfureció de tal manera a los alemanes y a los fascistas húngaros que el hombre fue expulsado del país inmediatamente, quedándose Sanz Briz como jefe de la Oficina... El problema es que estaba tan en el "ajo" como su antecesor.

El zaragozano consigue que el gobierno magiar le autorice a extender doscientos pasaportes con los que autorizar el traslado de los sefardíes, pero eso no era suficiente: entre que no encontraba descendientes de españoles y las injusticias y crueldades que veía hacia los semitas cada vez que salía a la calle, sabía que tenía que actuar de otra manera.

Así, empezó a interpretar de manera creativa el decreto de 1924: primero a los sefarditas. Después, a aquellos que tuvieran algún pariente en la Península. Posteriormente, al que hablase algo de castellano. Al final, a todo el que pudo buscarle alguna conexión, aunque fuera ficticia, con España.

De esta manera, los 200 pasaportes se le quedaron cortos enseguida. ¿Qué podía hacer para estirarlos? Pues, de nuevo, pensar creativamente: lo primero fue hacerlos servir para familias enteras en vez de para individuos. Cuando aún así hacía corto, empezó a crear series, de manera que cada número se podía alargar indefinidamente. Su único cuidado era que ningún pasaporte superase la fatídica segunda centena.

Ejemplo de pasaporte familiar expedido por Sanz Briz

Finalmente, Sanz consiguió un compromiso de su gobierno: los judíos podrían entrar en España, siempre y cuando no se quedasen en ella. El destino de los afortunados acabaría siendo Portugal y, en mayor medida, Argentina. El problema era sacarlos de Budapest, con las comunicaciones comprometidas por la guerra y sin nadie que quisiera hacerse cargo de "escoria judía".

Naturalmente, los alemanes y los húngaros no eran tontos e intentaban adelantarse a los movimientos de Sanz Briz, robándole a los refugiados por los pelos, entrando en las casas y mandándolos, incluso andando, a los campos de concentración de Austria.

El encargado de negocios, entonces, hizo un movimiento más audaz y más arriesgado: con sus propios ahorros, alquiló siete edificios enteros en el centro de Budapest y los denominó "Anejo de la Legación Española", con grandes carteles en húngaro y alemán. Para rematar, colgó una gigantesca bandera delante de cada uno. Así, se convirtió en "territorio español", a salvo de las razzias de los nazis.

El truco funcionó solo a medias y varias veces, en mitad de la noche, incluso a medio vestir, Sanz Briz tuvo que acudir a toda prisa porque los Flechas Rojas o las SS estaban llevándose a "sus" protegidos. En esas ocasiones, el portero, un no judío empleado de la Legación, le llamaba por teléfono.

Ante el avance de las tropas soviéticas, el 30 de noviembre de 1944, Madrid ordena a Sanz Briz que abandone el país, lo que hace con pesar, alojándose en Berna (Suiza), desde donde siguió alertando del exterminio judío y escribió un informe en el que hacía un minucioso recuento: 5200 personas se habían acogido a su protección.

Sin embargo, en Hungría, en cuanto el joven diplomático cruzó la frontera, entraron a tropel en sus "casas protegidas".

Aquí entra en acción otra persona. Giorgio Perlasca, italiano, veterano de la Guerra Civil y desertor del Ejército italiano tras su capitulación ante los aliados en 1943.

Giorgio Perlasca

Había trabajado con Briz desde que llegó a Hungría y, hasta que la ciudad fue tomado por la URSS el 16 de enero de 1945, sustituyó y hasta suplantó al español, logrando de esta manera contribuir a la salvación de 5200 inocentes. De ellos, se calcula que solo 200 fueron sefarditas.

Por estos hechos, Sanz Briz jamás recibió reconocimiento alguno en España. Tampoco su antecesor, Miguel Ángel de Muguiro. Perlasca, por su parte, sí fue homenajeado en su país (en el que, causalidades del destino, Sanz Briz fue embajador hasta su fallecimiento en el año 1980).

Cuando la periodista Paloma Gómez Borrero, que había oído a Perlasca elogiar a su antiguo jefe, le preguntó a Sanz Briz por qué nunca había dicho nada, éste, simplemente, respondió "las cosas se hacen con el corazón y no se cuentan".

Este héroe sí que recibió reconocimientos fuera de España. En Israel está nombrado "Justo entre las naciones", el título de más honor que puede recibir un "gentil".

FUENTES:
"Un español frente al Holocausto" -Diego Carcedo. Ed Temas de Hoy, 2000.
Documental "Angel Sanz Briz, el Schindler español", Antena 3 2011 http://www.youtube.com/watch?v=sMsVwSrfyeg
Wikipedia: Angel Sanz Briz
Wikipedia: Georgio Perlasca
Wikipedia: Miguel Ángel de Muguiro

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