Racismo en el fútbol

Antes de nada, debo decir que, aunque hace unos años me gustaba el fútbol, cada día que pasa me repugna más y más. Así que daré mis opiniones desde un punto de vista más externo que interno.
Bueno, pues resulta que ahora los españoles somos racistas en el fútbol. Y al parecer todo empezó porque a un negro lo llamaron negro, o algo así, en un entrenamiento de la selección española. De ahí se ha pasado a llamar mono o similar a otros jugadores negros. No sé ya si se hará lo mismo con jugadores moros y orientales. O gitanos, que alguno hay.
En mi humilde opinión, los gentilhombres que ahora se escandalizan no han ido nunca a un campo de primera división. El público que allí se congrega es lo más parecido a una jauría de lobos rabiosos que yo me haya encontrado. No admiran las evoluciones de su equipo, sino que destilan odio hacia el contrario. Y naturalmente, hacia el árbitro, que, soliendo estar más acertado que cualquier otro sobre el campo, al parecer no tiene derecho a ningún error.
Se puede mirar a la cara de cualquier aficionado, y se verán gestos de rabia y agresividad que, en otro contexto, no pasaríamos por alto como hacemos dentro de un estadio. Cuando un jugador contrario cae al suelo lesionado, lo que se oye por todo el campo es "písalo, písalo". Sea blanco, o negro. ¿Es eso racismo? No. Es tan solo una forma retorcida de dar salida a los impulsos primarios que reprimen el resto de la semana.
Y llaman "mono" a un negro, como llaman "enano" a un jugador de menos de metro sesenta, como llaman "feo" a un feo. Dicen todo lo que puedan para ofender al rival. No es racismo: es estupidez.
No quiero decir con eso que en España no seamos racista. Lo somos, y algunas veces me da miedo lo que veo y oigo por la calle. Cuando, aún hoy, se oye que los extranjeros vienen "a quitarnos el trabajo a los de aquí". Que por su culpa "hay paro" o tal pesona "no encuentra trabajo". Todo eso es mentira, falacias y autocomplacencia en la propia incapacidad. Los inmigrantes nos hacen falta, porque trabajan en aquello que no queremos trabajar nosotros. Y además, nos introducen elementos de otras culturas que enriquecen la nuestra, como ha ocurrido a lo largo de toda la historia de la humanidad.
Otros (a menudo gentes "de bien"), afirman que la inmigración viene aquí a delinquir. Craso error. Uno más, y una prueba fehaciente del etnocentrismo que nos atenaza. Y la viva demostración de que ser rico no quiere decir tener cultura. Poca gente con una educación formal —esto es: a la que le han enseñado a pensar— diría semejante tontería. Cuando alguien se ve en la penosa obligación de dejar atrás sus raíces y vivir en el desarraigo de un país extranjero, no lo hace para robar bolsos en el metro: quiere un trabajo con el cual vivir y poder mantener a la familia que ha dejado en su lugar de origen. El problema está cuando esa persona no puede acceder a un puesto de trabajo por haber venido aquí de forma ilegal. Es que, resulta que las personas necesitan comer. Y la comida cuesta dinero. Y si no tienen posibilidad de trabajar catorce horas en una obra en precarias condiciones, de otro sitio tendrán que sacar el dinero.
Y naturalmente que hay delincuentes extranjeros. Pero son los mismos que había antes de esta explosión migratoria (que, recordémoslo, por otro lado es nimia comparada con lo que ocurre en Francia con los argelinos, en Alemania con los kurdos o en Gran Bretaña con los paquistaníes). Las bandas organizadas no dependen de una política migratoria tal o cual. Además, los ricos nunca han sido "inmigrantes", sino "caballeros", como todos aquellos mafiosos rusos que Jesús Gil instaló en Marbella, con el beneplácito de sus votantes, tras expulsar a las localidades vecinas a los raterillos de tres al cuarto (nacionales o de importación). Claro que ahora que empiezan a pintar bastos, los mismos que le votaron empiezan a ver que no es oro todo lo que reluce. Bueno, sí que es oro, pero con una fea capa de sangre por encima.
Así que dejémonos de milongadas, que yo también prefiero que me llamen mono, cobrar varios millones de euros al año y trabajar ocho horas ¡¡a la semana!!

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